Esta ewe (planta) es sagrada para todo practicante de nuestra fe
La palma real, majestuosa, concede al paisaje su encanto escultórico, coronada por el penacho de los reyes con su verde esmeralda. Forma parte del paisaje típico tropical y es habitáculo del rey de reyes; Shango!!! y desde su copa todo lo observa, todo lo ve, vigilante, como lo describe Lydia Cabrera: «El rey del mundo que se viste de punzó, el negro prieto y bonito que come candela, el dios del fuego, desde la vara afilada y trémula de la palmera que se eleva al cielo, dispara sus flechas a la tierra.»
Todos los yorubas y sus descendientes están de acuerdo con que las ofrendas a Shango deben ser depositadas en las raíces de este sagrado árbol: los racimos de plátanos, la ámala, addimuces y ebbos marcados por él.
Se dice que los hijos de este orisha cuando ponen su frente y topan el tronco de la palma oyen hablar al orisha del fuego y del trueno.
De la palma se cuentan numerables virtudes: sus raíces, su tronco, sus pencas, su palmiche, y su tierra, tienen numerosos usos, desde la fabricación de un sombrero hasta la cura de los riñones a través del cocimiento de sus raíces.
Es uno de los árboles sagrados de las religiones de origen afrocubano.
A la palma le caen rayos porque es el ilé de Shango y desde la punta de la palma real, que es su mirador, vigila y protege a sus omó (hijos); así mismo, el oché o cetro de Chango es de palma, en forma de doble hacha y la utiliza en sus bailes.
En la palma real se le rinde tributo u honores a Shango y a otros orichas como Aggayú, Oyá (una de las mujeres de Changó) y a los Ibeyi (los mellizos, hijos de Changó y Yemayá).
Para la conciencia religiosa yoruba, es claro que la palma real no es el cuerpo de las deidades mencionadas, sino la morada de estas entidades,que pueden entrar y salir a su acomodo. En este caso, para nosotros los yoruba, la palma real, además de ser
un «lugar sagrado es concebida como «habitación de la divinidad», Dado que la palma real es sagrada se le sacrifican gallos rojos y se le ofrecen frutas como plátano, en racimos o la mata completa con una cinta roja». También forma parte del traje ritual de Shango y de los guerreros: Elegguá, Ochosi y Oggún pues el mariwó es una especie de saya o faldilla de flecos secos confeccionada con las hojas tiernas de la yema terminal de la palma real que se coloca en la cintura del iniciado (iyawó) sobre el propio traje. Las hojas de la palma real también se colocan a la entrada del igbodú o cuarto de consagraciones, y en los altares, acompañados de yaguas y otras plantas, según corresponda al oricha, con el objeto de simular un monte natural. Al oricha Babalú Ayé, sincretizado con San Lázaro y a Naná Burukú, madre del mismo, se les confecciona el llamado já, especie de escobilla hecha con el raquis secundario o nervio central de los segmentos de la palma real, la palma real es el bastón de Aggayú,
PATAKÍ DE LA PALMA Y AGGUEMA
Shango, enamorado como siempre, quiso cumplir con Oyá en su cumpleaños, y le compró un rubí de tamaño grande y maravillosamente tallado, lo envolvió en sus hojas de palmas y con cuidado le hizo una dedicatoria digna de una reina. Al tener el presente ya listo llamó a su mensajera, Agguemá (la lagartija), que además era su gran amiga y le dijo que cuanto antes fuera al ilé de Oyá y se lo entregara. Agguemá, que veía por los ojos de su amo, partió en desenfrenada carrera sin ver por dónde pisaba, se cayó en un hueco y ¡cataplum! se tragó el presente. Agguemá, muy asustada ya que conocía el carácter de su amo y de Oyá, y con el rubí atravesado en la garganta, se escondió, pues no quería que se diera cuenta que no había cumplido con el encargo, pero, además, se quedó sin habla, por no poder desembarazarse de semejante rubí. Changó, extrañado que Oyá no lo fuera a ver para agradecerle ese bello presente se dirigió al ilé de ésta. ¡Cuál no fue su sorpresa al encontrarse a la orisha hecha una furia y derramando fuego por la boca pues pensaba que Changó se encontraba parrandeando con otras! Changó se dio a la tarea de buscar a la lagartija en todos los hoyos, rocas y montoncitos de tierra, y su furia no tenía paralelo. Las hormiguitas le avisaron a Agguemá lo que le iba a suceder, pues su dueño parecía un león enjaulado. Al encontrarla Changó, ella, temblorosa, trató de explicarle, cosa ésta que Changó, en su ceguera, no la dejaba. Ella no pudo hacer otra cosa que huir despavorida al penacho de la palma, pero Changó despedía rayos, truenos y piedras, bombardeando e hiriendo de muerte a su sagrada ilé. Por eso los rayos caen constantemente en la palma y Agguemá, por ser rápida, los evade. Todos los días, a las doce del día, baja a la tierra, la besa y saca su pañuelo rojo en señal de arrepentimiento. Cuando truena, levanta una patita.