Babalú Ayé era un hombre verdaderamente vividor, gustaba de la fiesta nocturna y sobre todo de estar con una mujer cada día
No es de extrañar que por ese mismo motivo todo el mundo le perdiese el respeto y en ocasiones hasta el propio saludo. Su propia esposa Ochún le había abandonado.
Asomando, que ya estaba un poco preocupado con la situación fue a hacer osodde (consulta) con Orunmilá para averiguar en donde se había metido su mujer. Orula, tras el registro le recomendó hacer ebbó:
-Hoy te tomarás el día como un tiempo de recogimiento interior. No solamente no saldrás de tu casa, sino que además no debes tener ningún tipo de encuentro carnal.
Pero el Orisha mujeriego donde los hubiera desobedeció alevosamente. Salió de fiesta y se acostó con una de sus tantas amantes. Desobedecer los consejos de Orunmila siempre trae consecuencias, y el de Babalú Ayé no fue la excepción. Al día siguiente se levantó del lecho donde había yacido con su amante cubierto de pústulas purulentas por todo su cuerpo.
Al verlo con este aspecto por la calle, las gentes le daban la espalda y otros huían de él. Solamente los perros se acercaban para lamerle las pústulas. Cualquier lugar por donde pasaba despertaba verdadero terror. Finalmente murió tras largos sufrimientos.
Oshún se enteró de lo ocurrido, y como mujer verdaderamente compasiva que era corrió a la casa de Olofi. Allí ante el creador encarnado en la Tierra imploró perdón y una nueva oportunidad para su marido. A cambio le entregaría su oñí (miel) milagrosa.
Tras lo sucedido, Babalú Ayé al despertar decidió cambiar totalmente la dirección de su vida. Se tornó un ser maravilloso; compasivo, leal, caritativo, respetuoso, en fin, un cúmulo de virtudes.
Babalú Ayé es el Orisha de la lepra, la viruela y las enfermedades infecciosas. Vive junto con Obba, Yewá y Oyá en el Ilé Ikú (cementerio).
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