El verdadero creyente en la Osha debe recibir a todos y a todo por igual, porque la suerte llega desde donde menos la esperas
Eran tiempos de riquezas en los Orishas, disfrutaban de sus grandes casas, y de gran tranquilidad, incluso se mostraban ostentosos.
Olofin, al ver lo bien que les iban a los orishas, decidió hacer una fiesta cada 8 lunas y en dicha fiestas siempre los invitaba, a todos, tenía el detalle de regalar monedas de oro y joyas, a cada uno de ellos, pero había una pareja de orishas que vivian juntos y las cosas no le marchaban bien, ellos eran Oshún y Shango.
A Oshún y Shango les costaba ir a casa de Olofin, por su situación económica.
Olofin pensando en cómo no hacer su fiesta aburrida, decidió cambiar la forma de hacer regalos, nada de joyas, nada de monedas de oro directamente, pues la mejor idea que le vino a su mente fue, regalar una calabaza de castilla.
Los orishas recibieron la invitación de Olofin, se vistieron como siempre con sus nuevas y mejores ropas y subieron a la casa de Olofin para la fiesta.
La sorpresa que recibieron, cuando Olofin, con gran sonrisa les saludaba al llegar y les daba a cada uno, una gran calabaza, sabían que rechazar tal regalo en el acto, podía hacer enojar a Olofin, por lo que esperaron pacientemente, el momento justo para marcharse con su calabaza,
Cuando bajaron a la tierra, comentaron que esta vez Olofin no les había hecho un regalo digno de su posición económica, mientras mantenían esa conversación, observaban que en el camino se iban a cruzar con Oshún y Shango.
Cuando Oshún y Shango llegaron justo a donde estaban ellos, se quedaron mirando como sus ropas delataban por la situación tan mala que atravesaban y miraron a los ojos de la bella Oshún para preguntar, ¿Tienen hoy para comer? Oshún con les respondió que no.
Los orishas se miraron entre ellos, en el silencio de sus miradas aprobaron entregarle las calabazas que les regalo Olofin y así mismo fue. Se voltearon hacia Oshun y les entregaron cada uno sus calabazas para que tuvieran que comer, y así salir de la calabaza que Olofin les había regalado.
Oshún y Shango les dieron las gracias, hacía tiempo que no sentían tanta felicidad, tener tantas calabazas les proporciona durante buen tiempo alimentación y así no tendrían que preocuparse por esa suerte.
Notaron que las calabazas pesaban mucho, pero como hacía tiempo que no tenían tantas pensaron que ese peso no era más que falta de costumbre sonreían, se miraban, se besaban, estaban embriagados de felicidad y alegría.
En cuanto terminaron de acomodar las calabazas en su destartalada cocina, Oshún con una gran sonrisa, le dijo a Shango «La primera calabaza, la preparare en dulce, en cuanto esté lista, las disfrutara» Tomó la calabaza entre sus manos y decidió partirla.
!Que sorpresa¡¡¡ !La calabaza estaba llena de joyas y oro¡, No lo podían creer, tomaron la segunda calabaza e hicieron los mismo, y paso lo mismo, y así con todas las calabazas.
Oshún y Shango se volvieron los más ricos entre los orishas, gracias a las pesadas calabazas que les dieron los orishas.