Shangó es considerado uno de los orishas más populares del panteón Yoruba. Es el Orisha de los truenos, los rayos, la justicia, la virilidad, la danza y el fuego. Fue en su tiempo un rey, guerrero y brujo
Yemmu, la esposa de Obatala, estaba de viaje cuando se enteró de la enfermedad de Olofin (Pataki : por qué en las ceremonias se honra a Eleggua el primero) y decidió volver a intentar ayudarle.
Se encontraba lejos de casa y se quedó sin dinero pero conocía el camino de vuelta y su único obstáculo era cruzar un río, así que emprendió el regreso. Ella sabía que el orisha Aggayu era el encargado de hacer pasar las personas al otro lado del río y creía que no tendría inconveniente en dejarla cruzar sin pagar el precio estipulado. Cuando Yemmu llegó al trasbordador, le explicó al orisha Aggayu que no tenía dinero y le pidió que la dejara pasar gratis. Cual no sería su sorpresa al ver que Aggayu se negó rotundamente y le exigió el pago correspondiente. Ante esta situación, Yemmu desesperada, le propuso a Aggayu acostarse con él, como pago para poder cruzar el río.
Aggayu dudó un poco, sobre todo pensando en Obatala, el esposo de Yemmu, pero como hacía mucho tiempo que no estaba con una mujer y ella era muy hermosa, accedió a su propuesta.
Cuando Yemmu regresó a su casa, se enteró de que Eleggua había curado a Olofin y todo volvió a la normalidad. Varios meses después, Yemmu se dio cuenta de que estaba embarazada y como hacía mucho tiempo que no se acostaba con su esposo ya que éste estaba muy ocupado en resolver los problemas de la humanidad, tuvo la certeza de que el padre de su hijo era Aggayu.
Obatala se percató de que su esposa había cambiado y que estaba triste por lo que le preguntó qué le pasaba. Yemmu, entre sollozos, le confesó lo ocurrido y Obatala a pesar de su aflicción, demostró su buen corazón y la perdonó prometiendo cuidar del niño que esperaba como se fuera su propio hijo.
Yemmu dio a luz a un niño al que llamó Shango que con el tiempo se convirtió en el favorito de Obatala. Un día, el secreto de Yemmu se descubrió y Shango se enteró de que Obatala no era su verdadero padre. El niño le preguntó a su padre quien se lo confirmó, pero se negó a revelarle quien era su progenitor. Shango se sentía humillado y pensaba que quizás su padre biológico era un indeseable pero aún así necesitaba saber quien era realmente para poder mirar a los demás con la cabeza alta, a pesar de que Obatala se esforzaba por tratarlo como si fuera su propio hijo. Shango comenzó a obsesionarse y un día su madre no pudo resistir más y le confesó la verdad.
Shango se alegró mucho con la noticia ya que Aggayu era el poderoso orisha de los volcanes y a pesar de que Yemmu trató de disuadirlo, Shango decidió salir a buscarlo para comunicarle que era su hijo. Shango empezó a buscarlo con determinación pero había pasado mucho tiempo y Aggayu ya no estaba en el trasbordador y nadie sabía donde se encontraba. Después de varios meses, un día de pronto, Shango vio un volcán y supo que su padre estaba allí. Se acercó y vio a un hombre fundiendo piedras. Aggayu miró al joven y le resultó vagamente familiar. Shango se dirigió a él y le preguntó si era el orisha Aggayu, a lo que éste le respondió afirmativamente. A pesar de que estaba intimidado por la presencia del orisha, Shango le dijo: “soy tu hijo, Shango, y mi madre es Yemmu, la esposa de Obatala”.
Aggayu recordó su encuentro amoroso con Yemmu y se dio cuenta de que Shango le recordaba a su madre. Estaba orgulloso de tener un hijo tan atractivo y fuerte pero al mismo tiempo pensó que si admitía ser su padre, debería hacer frente a la traición a Obatala, que era el jefe de todos los orishas y eso podría traerle graves problemas. Aggayu era valiente pero no deseaba enfrentarse a los demás orishas por lo que decidió negar su paternidad y despacho a Shango diciéndole que él no era su padre. Shango, humillado y lleno de ira por el insulto a su madre, se enfrentó a Aggayu y éste le lanzó con su boca un chorro de lava candente que lo envió al cielo. Olofin, viendo lo que había ocurrido, se acercó a Shango, lo levantó del suelo y le dio su bendición, pidiendo que le trajeran ropa para vestirlo ya que sus vestiduras se habían quemado con la lava que le lanzó Aggayu. Olofin entendió por qué Shango no había muerto entre las llamas, ya que había heredado la inmunidad al fuego de su padre Aggayu y decidió recompensarlo por todos los obstáculos y problemas que había encontrado en su vida. Olofin estableció que a partir de ese momento, Shango sería el dueño del fuego, del trueno y de los relámpagos.
Shango no quería regresar junto a su madre para evitarle la humillación de saber que Aggayu no lo reconocía como hijo. Entonces Olofin lo envió junto a Yemaya, la orisha de los mares, que solicitaba tener un hijo desde hacía mucho tiempo. Así, Shango volvió junto a Yemaya quien se ocupó de él, cuidándolo como a su propio hijo.
Un día, Shango volvió a tierra firme y se encontró al gigante Aggayu esperándolo en la playa, quien se acercó a él para pedirle perdón. Shangó se abrazó a su padre y desde ese día ambos van siempre juntos. Por eso en la santería, cuando una persona recibe a Shangó, también debe recibir los secretos de Aggayu y solo puede recibirse Aggayu a través de su hijo Shango.
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