Reconocida como una de las investigadoras más importantes de Cuba, Lydia Cabrera se inició en las creencias negras y logra ganarse la confianza de los afrocubanos
Las tradiciones afrocubanas, su misticismo y evolución constituyeron la materia prima de la producción intelectual generada a lo largo de más de cincuenta años por la gran etnóloga cubana, Lydia Cabrera. Reconocida como una de las investigadoras más importantes de Cuba, Cabrera realizó la escuela primaria con tutores debido a que de niña sufría frecuentes percances de salud. Ya de joven, completó por su cuenta y de forma independiente un grado universitario y realizó estudios de posgrado sin asistir a clases.
Cabrera nació en La Habana, Cuba, en el año 1899. Fue hija del prominente abogado cubano, Raimundo Cabrera y Bosch, y de Elisa Marcaida y Cassanova. Interactuó desde su infancia con “tatas” o cuidadoras negras en su hogar, las cuales expusieron a la niña a las prácticas espirituales, a rituales e historias africanas que despertaron en ella un interés especial por dicha cultura. Su pasión inicial, sin embargo, fue la pintura. En 1914 logró, con el apoyo de su hermana Emma y a escondidas de su padre, cursar estudios formales en la Escuela Nacional de Bellas Artes San Alejandro. Posteriormente, y tras la muerte de su padre en 1923, se mudó a París, Francia, con su madre y estudió por dos años pintura en la L’Ecole du Louvre. Durante su instancia en París, la insigne escritora también comenzó a cultivarse sobre las civilizaciones orientales y creció su afán por acercarse a “lo negro” como objeto de estudio.
A finales de la década de 1930, Cabrera hizo varios viajes a Cuba. Con ayuda de sus antiguas “tatas” se inició en las creencias negras y logra ganarse la confianza de los afrocubanos que eventualmente le revelan los secretos y detalles de esta cultura centenaria. Luego de varios meses en Cuba, regresó a París y escribió cuentos basados en la idiosincrasia negra para entretener a su amiga Teresa de la Parra, enferma de tuberculosis. Consecuentemente, estos cuentos se publicaron en prestigiosas revistas francesas como Les Nouvelles Littéraires, Revue de Paris y Cahiers du Sud. Francis de Miomandre, reconocido crítico francés, leyó estos y otros cuentos de Cabrera, los tradujo, y en 1936 consiguió que la casa éditions Gallimard los publicara bajo el título Contes Nègres de Cuba.
Esta publicación y su eventual regreso a Cuba huyendo de los embates de la Segunda Guerra Mundial en Europa, insertaron a Cabrera en una nueva etapa de investigación en torno a la cultura negra y al impacto de la herencia africana en el Caribe. En 1948, publicó su segundo libro titulado ¿Por qué? Cuentos negros de Cuba, el cual fue precedido en 1940 por la traducción al español de su primer libro Cuentos negros. Cabrera produjo, además, El monte, que apareció en 1954 y es considerado como “la Biblia de las religiones y liturgia afrocubanas”. Otras de sus obras más trascendentales son: Refranes negros (1955), Anagó (1957), La sociedad secreta Abuká (1958), Otán Iyebiyé, las piedras preciosas (1970) y Apayá: cuentos de Jicotea (1971).
La diferencia racial de Cabrera y su condición de mujer son dos grandes aspectos que jugaban en su contra para lograr acceso a los secretos guardados por los Yoruba de la Cuba colonial, sin embargo con gran determinación y astucia, ella logro no solo ganarse la amistad y confianza de los religiosos de la época, si no que muchos de ellos le dieron acceso a sus libretas de ita, un documento celosamente guardado por la mayoría de oloshas.
Si bien es cierto que sus escritos contienen algunas aseveraciones que no son del todo ciertas, sus escritos constituyen una de las primeras luces arrojadas sobre la religión Yoruba desde su llegada a este continente.
Lydia Cabrera falleció el 19 de septiembre de 1991 de neumonía a los 93 años de edad mientras vivía en la ciudad de Miami, Florida.