Dentro de la estructura de la religión Yoruba, se denota una una clara jerarquización de poder entre los Orishas
Todos los santeros convienen sin ninguna controversia en que después el más poderoso de los orishas es el malicioso y formidable Eleggua.
Para que los demás orishas puedan tener los poderes que comúnmente se les atribuye, hay que conseguir previamente los favores y buena voluntad de Eleggua.
La fuerza feroz de Changó está supeditada a Eleggua, el talento de Oggún para la guerra depende de Eleggua, la influencia de Yemaya está supeditada a Eleggua, y la influencia de Oshún en asuntos familiares y económicos se convierte en nula sin la adquiecensia de Eleggua.
El poder de Eleggua fue establecido desde tiempos remotos. Eleggua sería el dios honorado en cualquier ceremonia de los orishas.
Se le dio las llaves de abrir todas las puertas. Es el primero en ser honrado por los santeros en los güemileres y debe ser apaciguado y satisfecho, antes de que se ejecute cualquier hechizo, pues de otro modo los resultados serían nulos.
Eleggua posee dualidad anímica, en el sentido de que si está feliz y es propicio, puede cambiar el destino más adverso, pero si le ofende es capaz de destruir a la persona más poderosa y próspera.
Olorun-Olofin, estaba muy enfermo, en una ocasión, víctima de un misterioso mal. Todos los orishas habían intentado curarlo sin ningún resultado. Eleggua siendo un niño, expresó que sabía cómo curarlo.
Lo condujeron a la presencia de Olofin, a quien le dio un brebaje. El padre de los dioses recuperó su salud y llenó de gratitud fue que le concedió poderes especiales a Eleggua frente al resto de los orishas. Le hizo propietario y guardián de todos los caminos.
Cuando alguien crea que va a ser atacado o perjudicado de alguna manera, solo debe hacerle una ofrenda a Eleggua y el orisha le salvará la vida.