En sus principios no se aceptaban miembros que no fuesen originarios de las zonas de África dando prioridad a los Carabalíes
Se que es un poco largo pero si realmente te interesa aprender un poco sobre el origen de algunas tradiciones afro-cubanas te recomiendo que lo leas hasta el final.
Andrés Facundo Cristo de los Dolores Petit, más conocido entre los suyos como Andrés Kimbisa, también como El caballero de color era, sin lugar a dudas, uno de los individuos más carismáticos, respetados y queridos entre los habitantes de las barriadas de Guanabacoa; Jesús María (los Barracones); San Felipe; La Lejía (del Cristo); el Cangrejo (del Ángel); y Las Llagas (San Francisco), de la Antigua Habana. Quien debido a los perjuicios de la época, entre los personajes populares del segundo tercio del siglo XIX en La Habana, fuera uno de los menos recordados por la historia. Entre sus seguidores fue conocido como: el Fundador; El Maestro; además, “El Sayón de Santo Domingo”; o el Isue del Bakokó Efor.
Iniciado en la Regla Palo Monte; terciario de la cristiana Orden Santo Domingo de Guzmán; vidente; célibe; místico y zahorí, fue convertido en figura legendaria, a partir de propiciar la fundación de la institución religiosa, Santo Cristo del Buen Viaje, también conocida como la Regla Kimbisa, primera potencia abakuá que diera cabida a hombres de raza blanca en Cuba, bautizada en 1863 como Bakokó Efor o Regla Kimbisa.Y al decir de muchos, fue además, el primer hombre de color que ocupó cargo en el ayuntamiento de La Habana.
Era Andrés Kimbisa un mulato alto, delgado, de buen porte. Ademanes pulidos, facciones finas, gesto elegante y conversación inteligente. Cuentan que sabía latín y griego, enseñado por los monjes del convento de San Francisco de Asís, donde creció con formación cristiana y al que siempre estuvo vinculado. Habitualmente, se le veía vestido muy limpio, con chaqueta negra y pantalón blanco. Muchos coinciden en afirmar, que era un hombre afable de mirada profunda. Usaba bastón y calzaba sandalias, aunque todos sabían que en sus últimos años, hizo promesa de recoger limosna para los pobres, recorriendo las calles totalmente descalzo mientras mendigaba. Se cuenta que su presencia, mirada y palabra contenían tal poder de persuasión, que en la mayoría de los casos no tenía necesidad de utilizar los poderosos conocimientos místicos que poseía, para lograr sus propósitos.
Se cree que El Caballero de Color nació el 27 de noviembre de 1829 y fue bautizado el 3 de enero de 1830 en la parroquia del Santo Cristo del Buen Viaje. Su apellido le llegó de Leonor Petit (una t), quien era oficialmente dueña de su madre, la esclava Juana Mina. Como suele ocurrir con este tipo de personaje, conocedor de la misión para la cual había llegado al mundo, la leyenda está presente desde su nacimiento, pues entre otras cosas se rumoraba, que esta esclava solo era una madre ficticia para esconder el “horrendo pecado” de una mujer blanca, preñada de negro. Sobre el padre de Andrés, muy poco se sabe, lo que ha dado origen a muchas especulaciones.
En sus principios no se aceptaban miembros que no fuesen originarios de las zonas de África donde primaban los carabalíes. Mucho más tarde, comenzaron por aceptarse a los hijos de éstos. Pero los primeros ñáñigos no querían la participación de los criollos, porque tenían la concepción que aquellos, lo deformaban todo y los africanos de origen no deseaban que sus tradiciones, por largo tiempo guardadas, se desvirtuasen y transformasen. De esta manera, pasaron más de 20 años antes que pudiesen jurarse negros criollos. Mucho después, se permitió el acceso de los pardos. Pero no sería hasta la fundación de la Orden creada por Petit, Regla del Santo Cristo del Buen Viaje, que tuviesen cabida los blancos. Aunque nadie piense que fue logrado de un solo golpe y sin sacrificios.
Ñáñigos ortodoxos y tradicionalistas se pusieron en su contra, algunos le declararon en traición y no pocos quisieron expulsarle y hasta eliminarlo físicamente por tamaña osadía. Pero desde aquel entonces, hasta nuestros días, decir ñáñigo es decir hombre valeroso, que no conoce el miedo y desprecia el peligro. Así logó su propósito Andrés Petit, con indomable tesón, inteligencia y valentía.
A Petit no solo le culpaban de entregarle secretos ñáñigos a los blancos en su epoca , hasta entonces solo reservados a negros y mulatos, sino que también le acusaban de haber consumado este hecho, por la suma de 30 onzas de oro. Pero no tenían razón alguna en acusarle de traidor. Si es cierto que les fuera exigido este aporte a los mákiris (los blancos), también lo es que Andrés Petit no se quedó con una peseta de aquel oro. Con ese dinero, compró la libertad de algunos esclavos de su potencia y también dicen que le sirvió para comprar la libertad a muchos de los abakuás que se oponían al acceso de los blancos a los secretos de Efor.
Algunos años después, estos negros enemigos de los blancos, comprenderían la idea. Los mákiris estaban en disposición de entregarse más en función de mejorar la imagen social de su Potencia, con mejor cabeza para los asuntos legales y aventajadas posiciones sociales, llegarían a fortalecer el ñañiguismo. La persecución a los abakuá, tan continua y fuerte en los principios fue cediendo. Hubo dueños de esclavos que se juraban en la hermandad, que evitaron el maltrato a sus ocobios (hermanos) de Potencia, les mejoraron las condiciones de trabajo, de vida, y en no pocos casos les concedían la libertad. El tiempo dio la razón al Caballero de Color
Existen investigaciones donde se asegura que Petit falleció en 1889, en la calle Cruz Verde No. 11, de Guanabacoa. Aunque otros creen que muere en 1872. Hay una leyenda, que cuenta como, en el instante de irse del mundo, estaba tan decepcionado que solicitó, a quienes le asistían en ese momento, tapasen su rostro con un pañuelo blanco, para que nadie pudiera verle la cara.
Al principio, Petit fue enterrado en el cementerio de Guanabacoa, pero ya de antemano se sabía que no pocos paleros tenían pensado robar su ntu kiumba, es decir profanar su cadáver cortando la cabeza y otras partes del cuerpo, con idea de integrarlos a sus “prendas” o “ngangas”, para hacerse de los extraordinarios poderes del fallecido y “manipular el muerto” sometiendo a la esclavitud su espíritu. Por lo que se piensa, que el cadáver de Andrés fue convenientemente reubicado por sus seguidores, muchos creen que a un panteón del antiguo cementerio de Espada.
Otros mantienen la creencia de algún misterioso lugar, que aun permanece en secreto absoluto. Y también se afirma, que un grupo de kimbiseros en la barriada de Párraga, durante un tiempo aseguraban tener un documento donde el propio Petit daba cuenta que no murió en la fecha asentada en la parroquia de Guanabacoa, porque fue solo un simulacro para escapar de sus enemigos. Lo que en realidad, no parece coincidir con la forma de ser del Caballero de Color, quien nunca temió enfrentarse a sus enemigos.
Hay quienes afirman que una “libreta” de la congregación del Santo Cristo del Buen Viaje, menciona que sus restos fueron enterrados en el cementerio de Guanabacoa, en el Panteón de los Curas de San Francisco, aquí cuentan que su cráneo fue sustraído y trasladado como valiosa reliquia a la Ciudad de México, donde desapareció sin dejar rastros. Lo cierto es que la tumba del entierro inicial, está vacía.
Fue Andrés Kimbisa un líder profundo con ideas renovadoras. Hombre conocedor, de vastos secretos y misterios. Lo que se sabe de él, nos ha llegado como historia envuelta en las más fantásticas leyendas. Muchos decían que era un hombre de iglesia, casi un santo. Unos afirman que fue criado en Guanabacoa por los franciscanos. Es verdad que allí tenía muchas relaciones, pero su convento, al que llevaba limosnas, era el de san Agustín, que estaba ubicado en las calles Cuba y Amargura, en la Habana Vieja, que luego fuera trasladado para La Plaza del Cristo, en el mismo municipio. Otros atribuyen su educación a los dominicos, pues los franciscanos, en la fecha que se disponen los acontecimientos, aun no estaban radicados en el lugar.
Trabajó mucho Andrés, para regenerar la sociedad secreta Abakuá, lo hizo de forma honesta e inteligente, para limpiar la fama de crímenes y fechorías a la cual le llevaron algunos de sus adeptos en los inicios de su asentamiento en Cuba. La policía de su época ya tenía a dicha cofradía en la lista de las asociaciones ilícitas y llegó a estar condenada por el código legal vigente. Se asegura que, sin Andrés Facundo Cristo de los Dolores Petit, la sociedad de los ñáñigos habría desaparecido. Puesto que no hubiesen podido resistir la prolongada persecución, de la cual fueron objeto, por parte de las autoridades españolas y más tarde, a comienzos de siglo, por las fuerzas represivas de los distintos gobiernos republicanos.
La imagen de Andrés Kimbisa perpetuada en la leyenda, continúa presente en muchos templos. Se afirma que copias de uno de sus retratos, dibujos y fotocopias presiden muchas casas templos, donde cuentan que siempre se le ofrendan 12 flores bancas y un príncipe negro, como lo dicta la tradición.