Aña: Orisha que vive dentro de los tambores batá

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Aña: Orisha que vive dentro de los tambores batá

Esta deidad es la que avisa a los osas cuando hay una celebración en la tierra, por esto es importante que el santero sea presentado al tambor luego de que se le hace el santo

Su presencia es fundamental dentro del desarrollo de la religión Yoruba, debido a que es el que informa a Olofi que una cabeza fue consagrada en la religión, además de ser el que avisa a los orichas cuando hay un festejo en honor a ellos aquí en la Tierra. Por esto es importante que el santero sea presentado al tambor luego de que se le hace el santo.
Relacionado con la madera y los árboles, por esto su afinidad con Ozain, el oricha de la vegetación, “No hay tambor sin Ozain” o “No hay Ocha sin Ozain”, debido a que Ozain es la deidad que transmite la esencia de la Naturaleza a todos los atributos de la religión yoruba.
Añá tiene la virtud de comunicarse con todos los orichas y los llama a través de una serie de sonidos que se producen cuando los omoalañas o “sacerdotes de Añá” tocan los batá en forma conjunta produciendo así una serie de sonidos que estimula al oricha y hace que se manifieste en la Tierra tanto en los festejos como en las honras fúnebres de los Olochas.
[22:41, 17/3/2019] awoHernanRojasBqto: Añá es el Orisha mediante el cual se le da conocimiento a Olodumare que fuiste iniciado en Ocha y es por ello la importancia de “Presentarte al Tambor”

Los tambores Aña también se usan para invocación de los Orishas y hasta para hacer sacrificios. Añá son los tambores sagrados mismos. De hecho, es el espíritu de los Tambores y por ello verás que todos los Santeros y Babalawos los saludan cuando tocan. Es una gran falta de respeto de un religioso no saludar a Añá. Cuando están tocando dentro de un cuarto, solo lo pueden bailar en el mismo cuarto los que están consagrados. Los que no están consagrados, pueden bailar, pero fuera del cuarto y al fondo.

En el sacerdocio de esta deidad, verás que solo participan hombres, los cuales no pueden montarse ni en Eggun, ni en Orisha. Las consagraciones, tanto de los tambores, como de los sacerdotes, son muy cerradas. Al que está consagrado en Añá, se le llama Olúbatá, Aláña, Omo Añá u Omo Aláña y en español se les llama Bataleros. En conjunto, los tres tambores son llamados Batá y cuya construcción lleva secretos y ritos para poder ser utilizados en la veneración de los Orishas; además de que otras exigencias religiosas son observadas para los hombres destinados a tocarlos – solo estos pueden hacerlo -, los cuales deben regirse por normas en la forma de hacerlos percutir, el modo de cuidarlos y la manera en que deben manipularse. Los Tambores (Batá) – que nunca pueden tocar el piso – son tratados como seres vivos. Los percusionistas consagrados al Batá se identifican como. También se les conoce como Omo Añá (Hijo de Añá).

Un Tamborero puede ser iniciado en Añá, a través de ciertos ritos que son practicados en Cuba y así recibe la fuerza espiritual que necesita para tocar los tambores correctamente y de esta forma poder atraer a los Orishas a que se posesionen de los devotos en las ceremonias. La ceremonia de “Lavar las Manos”, es la que permite a la persona que toque los tambores de fundamento. Luego de esa ceremonia, es que puede ser consagrado como Omo Añá (Hijo de Añá), lo cual debe ser conducido por un Olosayín (Sacerdote de Ozaín). Los tambores solo pueden ser consagrados por un Aláña, que haya sido consagrado por un Aláña.

En muchas ceremonias yorubas realizadas en Cuba desde la llegada de la población negra, se ejecutan los tambores consagrados. El primer tambor Batá consagrado (Añá) fue construido en Cuba aproximadamente en la década de los años 30 del siglo XIX. Según Don Fernando Ortiz, en el año 1951 existían en la isla 25 juegos de Batá (Ilú) de fundamento y solo eran usados once. Vale advertir que en Cuba, mediante la sola palabra: “Batá”, se hace referencia a los tres tambores que integran el conjunto de instrumentos tallados en madera de diferentes tamaños y registros, ellos son: Iyá, tambor grande; Itótele, tambor mediano y Okónkolo, tambor chico.

El nombre de este Orisha se deriva de la palabra Ayán, el cual es el árbol con el cual se fabrican o fabricaban los tambores sagrados. Este árbol es una variedad de caoba africana y su nombre es Distermonanthus benthamianus, que según la tradición, es del cual Changó se ahorcó. De esta madera también se hacen los Oshé de Changó y algunas veces hasta canoas.

Estos tambores son consagrados con una serie de ceremonias que involucran rezos, hierbas, sacrificios y la colocación del secreto dentro de los tambores. La iniciación consiste en que los nuevos tambores son tocados por el Aláñá y presentados ante otro juego de tambores que ya contienen a Añá. De esta forma el nuevo juego de tambores, queda “Jurado”. El juego de tambores es tratado como si fuese uno solo y recibe un solo nombre sagrado al igual que el Aláña. Don Fernando Ortiz, escribía que el pago de los derechos de Añá (Owoteleañá) para un toque, eran un Gallo (Akukó), dos Cocos (Agbon Meyi), un pedazo de Jutía ahumada (Ekú) y otro de pescado ahumado (Eyá), un cuarto de Libra (113 gramos) de manteca de Corojo (Epó), una botella de aguardiente (Otí) y un paquete de velas (Itaná), que debían ser usados para alimentar (Unyen) los tambores.

Los tambores Batá constituyen los más importantes instrumentos musicales en la Santería, la cual no solamente está constituida sobre la base de la religión Yoruba, sino además por la integración de otras creencias religiosas del resto de los grupos étnicos llegados a la Isla desde otras regiones de África. Vale la pena aclararte, que la Mayoría de los Juegos de tambores que ves, son Oyó, pero también hay tambores Egbadós, Iyesas, Ararás y por supuesto Abakuás.

Podrás deducir, que los juegos de tambores, por consiguiente, no son iguales y que los mismos dependen de la etnia o regla a la que pertenecen y que los secretos en los mismos, también varían de acuerdo a esto. Los que te he descrito hasta ahora, son considerados el estándar Oyó de los tambores. Sin embargo, para los Iyesas por ejemplo, el grupo de instrumentos, está formado por cuatro tambores (Ilú), dos campanas (Agongo o Agogo) y un Güiro (Agbe). Los tambores, se llaman Caja, segundo y tercero. El cuarto Tambor, según Martínez Furé, fue añadido en Cuba y se llama Bajo y es del mismo tamaño que la Caja y es usado para “Reforzar” al tambor más grande como una especie de contrabajo en las orquestas.

Como todos, los tambores Iyesa son de carácter sagrado y sus pieles no pueden ser estiradas mediante el fuego. Las mujeres no pueden acercarse a ellos y solo pueden ser tocados por personas consagradas y reciben sus propios sacrificios. Las campanas o Agongo son dos y son llamados Agongo primero (más agudo) y Agongo segundo (más bajo). El sonido penetrante de los Agongo, es una de las características de la música Iyesa.

Por su parte el Güiro, está cubierto por una malla que tiene semillas secas o cuentas de vidrio en sus intersecciones. Generalmente no es utilizado, excepto en el toque de saludo a Oggún, cuando se abre el cabildo o cualquier toque dedicado a este Orisha en las fiestas públicas al Orisha. Hoy en día, el Cabildo Modu San Juan Bautista de Matanzas, es el único grupo conocido en Cuba, que posee los tambores de fundamento Iyesa consagrados (Martínez Furé, 1979).

Los Tambores Arará

La música y tambores Arará son los más complicados y difíciles de tocar. Todo en ellos es diferente. De hecho, todos los tambores Lucumí son bimembráfonos mientras que los tambores Arará son Monomembráfonos. Esto es que los tambores lucumí tienen el cuero que se golpea por ambos lados del tambor, mientras que los arará, solo tienen uno. Su forma es muy similar a la de una conga moderna. Esto se llama una caja fundibuliforme, o sea una caja ancha y una parte a su pie bastante estrecha, con algún parecido el conjunto a la figura de un embudo. Esta forma estrecha del pie de la caja ha hecho que los cubanos también le digan tambor abotinado, término que no se podrá entender sin una breve explicación. Abotinado es en forma de “botín”, o sea, de ese antiguo calzado que cubría muy ajustadamente el pie, el tobillo y parte de la pierna.

La tensión de estos tambores se obtiene por medio de clavijas, que se hunden en sus cajas. Se pintan con colores simbólicos y, algunas veces, se adornan con tallas de carácter ritual. Para variar un poco, también hay discrepancias en Cuba en lo que se refiere a la denominación de los actuales tambores Arará. Según Courlander, los cuatro tambores Arará se dicen genéricamente Hun o Jun y, de mayor a menor, son Bugán, Xumpé, Hun-Hogulo y Buní. Probablemente estos datos proceden de algunos ararás de la provincia de Matanzas. No hay una nomenclatura unánime. La más aceptable es la siguiente: 1) Ñonofó o Yonofó, 2) Aplití o Aplintí, 3) Achébolisá, 4) Güegüé, 5) Klokó. De esta forma quedan así:

• Ñonofó:

Es el de mayor tamaño y categoría musical y religiosa. Posee caja con base. Es de color rojo y seis clavijas. El músico lo percute de pie y con un garabato o Adafí. El Ñonofó es hembra, pertenece a la diosa arará Towosi, análoga a Yewá de los Lucumíes, la diosa del cementerio.

• Aplintí:

Es de menor tamaño; se tensa con clavijas, está pintado de rojo con manchas blancas y el ejecutante lo percute, sentado con el tambor entre las piernas. Este percute el tambor con sus dos manos o sólo con su mano izquierda y con un Adafí en su derecha.

• Achébolisá:

Es un poco más pequeño que el Aplintí y el músico lo percute sentado y golpeándolo con dos palitos. Sin embargo, en ciertos toques, el tambor Achébolisá y el Aplintí es tocado por un solo músico con una mano en cada membrana. Se dice que antes no se usaba el Aplintí y que eran dos tambores Achébolisá y que el nombre se debía a que los mismos estaban consagrados a Segbó Lisá equivalente al Orisha yoruba Obbatalá.

• Güegüe:

Es del mismo tipo que los otros, pero más pequeño. Los parches de estos tambores se percuten con pequeños palos o con una varilla de madera de rascabarriga y va colocado en un trípode metálico. A este tambor Don Fernando Ortiz, le atribuía un posible origen Gangá.

• Kloklo:

Aunque es de clavijas como los otros, su caja es cilíndrica y sin base ni pie alguno. el tamborero toca sentado, con dos palitos. Parece proceder de una etnia distinta y no ha sido posible investigar si vino así de África o es una interpolación criolla.

Algunos incluyen en esta lista dos nombres más: el Sojún o Asojún y el Ogán. El Sojún o Asojún, está dedicado exclusivamente al dios Asoyí, que es la principal advocación del santo que en arará se catoliza bajo el nombre de San Lázaro. Es el tambor de más longitud entre todos los rituales. Ogán es el nombre que aplican los ararás al instrumento metálico más conocido como campana. El Ogán forma parte de la orquesta religiosa de los ararás, pero no es tambor.

Hay algunos otros tambores Arará que se utilizan en diferentes cabildos, pero los mismos tienen relevancia para fiestas específicas. De hecho, el Aplantí se dice que puede tener origen Ashanti

Tambores Egbadó

No hay mucho de lo que se pueda hablar de estos tambores, excepto que en la residencia de Doña Ferminita Gómez Oshabí, reposa un juego de estos tambores, los que fueran confiados a ella por Doña Monserrate González Oba Tero cuando murió en 1907 y que han servido para demostrar el origen Egbado de la gran Madre Santera.

Se cree que estos tambores fueron confeccionados para Oba Tero, por el gran Onilú (Constructor de tambores) Don Filomeno García (Atandá), de quien se cree que fue el primero en tallar los primeros tambores Batá ortodoxos en Cuba. Es irónico que mucho del pasado de Oba Tero pueda ser reconstruído a través de instrumentos musicales que no pueden tocar las mujeres.

Don Fernando Ortiz reportó que la celebración para Olokun tuvo lugar en Regla, anualmente los 6 de enero, junto con la celebración del día de Reyes de la Iglesia Católica. Los tambores, según Ortiz, eran tocados por músicos egguado, quienes conocían los ritmos y repiques de los mismos. Eventualmente, según Ortiz, cuando estos músicos morían, no tenían reemplazo que supieran como tocar estos tambores. A medida que fue pasando el tiempo, las tradiciones Oyó eclipsaron las Egbadó y los tambores Batá de Oyó se convirtieron en el instrumento musical dominante.

Hoy en día, aún se conservan estos tambores, como mudos testigos de la decidia y la indolencia, ya que nadie los retomó para que volvieran a sonar. De esta forma,
se perdieron dos legados: Con la muerte de Tata Gaitán, murieron los bailes de mascaradas a Olokun y con la muerte de Doña Ferminita, murieron los toques de tambor egbadó.

Tambores Congos

Los tambores congos, también conocidos como Tambores Paleros, tienen mucha variedad y son inclusive precursores de muchos de los tambores modernos. Los más destacados de estos tambores Bantú, son Kinfuiti, Ngoma, Makuta, Boku y los Yuka.

Al igual que los tambores Batá de los Yorubas, estos son tres (en algunos casos dos), siendo el más grande llamado Caja, el cual se golpea con una baqueta o maza pequeña y la mano. Según Angeliers León, viene de la denominación del bombo y es el más sonoro, El mediano se le conoce por Mula, ya que en él se ejecuta un ritmo cuya figuración recordaba el trote de este animal, es el que lleva el compás. Y el más pequeño es el denominado Cachimbo que es el tambor que marca el ritmo.

Kinfuiti

El único instrumento de los rituales de procedencia bantú, que es estrictamente secreto y religioso es el Kinfuiti, casi igual que el ékue para los abakuá. Sobre su origen existen diversos criterios e hipótesis, unos investigadores consideran que es de procedencia árabe, otros que pertenecen a los congos mbamba, del área bantú. Según Fernando Ortiz, dice que la voz criolla kinfuiti vino del vocablo “kimfumti” lengua hablada por los congos el kikongo que equivale a decir tronco que funciona para la muerte, es decir tambor para los muertos. Por tanto el kinfuiti es un tambor sagrado de los congos, que se usa en ceremonias evocadas a los muertos.

Yuka

Aquí debemos hacer algunas aclaraciones. La palabra Yuka es Bantú (lenguaje congolés) y significa “percutir”. De preferencia estos tambores son fabricados de los troncos ahuecados del árbol de aguacate. El cuero es clavado en uno de los extremos abiertos, y tamborero golpea la piel con las dos manos, inclinando el tambor entre las piernas. Los tambores vienen en tres tamaños: caja (grande), Mula y cachimba (un término que se refiere a su pequeño tamaño). Los ritmos también se pueden hacer con el cuerpo del tambor, donde el tamborero, utiliza un pequeño mazo o un bastón en una mano y con la otra mano golpea el cuero. El tamborero lleva dos pequeños cascabeles (nkembí), de metal o de calabazas, en sus muñecas. Los tambores pueden ir acompañados de varas en una “guagua” (tambor de hendidura hueca de madera) o en el cuerpo del tambor o por percusión en un pedazo de hierro, la “muela” (una vara utilizada para arar).

Con todo este instrumental se acompañaba los Bailes de Maní que era como un juego pugilístico y el Baile de Yuka, que según Ortiz era un baile erótico para la fertilidad, donde se chocaban la pelvis como consumándose el acto sexual, y el hombre perseguía a la mujer como el gallo a la gallina. El baile era secular (no religioso) y es realizado por la pareja, como una pugna estilizada: El hombre persigue, la mujer evade. El origen de este tambor, radica en Oriente, especialmente Santiago de Cuba.

El tiempo ha influido y transformado algunos de estos cantos y coreografías en diversas regiones, y como ha pasado con todos estos cultos de transmisión oral, no son exactos en todas partes que se conozcan.

Tambor Ngoma

Los tambores ngoma son hechos de duelas de madera en forma de barril y tienen una sola cabeza. Se componen de tres tambores abarrilados como las tumbadoras, hechos (como se dijo) de duelas rectas en forma cónica invertida, con cuero clavado, para tocar sentado o ladeado el tambor. Estos también son tocados en fiestas profanas y de pura diversión.

Tambor Makuta (Congo)

Don Fernando Ortiz, nos habla mucho de parte de la historia de estos tambores. En Sagua la Grande en el barrio de Pueblo Nuevo, Betances 75, entre Zayas y Lacret, existía el cabildo congo llamado Kunalumbo, que tenía dos tambores Makuta consagrados: Kimbandu y Ngoma. La reina del cabildo de la época era Doña Catalina Prendes, quien era la madrina de ambos instrumentos y por ello estos tambores eran conocidos como “Las Catalinas”. Los fundadores del cabildo fueron una pareja de esclavos congos: Pancho Altazar y María Lorda.

Los tambores Makúta son altos y cilíndricos en forma de barril, a menudo citados como los que influenciaron el origen de la tumbadora (la conga). Estos son los que se utilizan en las ceremonias sagradas de tambores y que se asocia a los descendientes de esclavos llegados a Cuba desde África Central. La palabra Makuta también es utilizada para referirse a los ritmos y bailes, asociados a estos tambores.

El baile también es antiguo y secreto, en Regla Conga. Se bailaba dentro del cuarto sagrado. El bailador se ponía como un delantal de piel de venado; en la cintura, hombros y piernas se ponían campanillas y cascabeles, y del pecho colgaba una gangarria.

Al igual que el Yuka, el tiempo ha influido y transformado algunos de estos cantos y coreografías en diversas regiones.

Tambor Bokú

Es el tambor usado en las congas de Oriente, según Ortiz su única membrana se tensa por medio de clavasón, de caja larga y estrecha de un metro a diez centímetros de largo por un diámetro de 30 cms. para arriba donde se fija el parche y 20 cms. abajo, ligeramente troncónica, hechas de duelas y con flejes de hierro que las ciñen y aprietan. Se templa con candela y se toca sólo con ambas manos, llevándolo el boncusero a su lado izquierdo, colgado del cuello, por una correa. En las famosas congas de los Carnavales de la Provincia de Oriente se observaron desde cuatro a dieciséis. Fernando Ortiz atestiguó en Los instrumentos de la música afrocubana, que estos Bokú se podían ver en la misma provincia en las músicas rituales de Orilé cruzado.

El Baile de Palo o Garabato

Se caracteriza por el movimiento brusco de los brazos y el pecho hacia delante y a veces circular. No se usaban tambores, sino un palo de guayabo dando un golpe seco entre ellos y así acentuaba el ritmo del baile. Este choque sirve para irradiar la fuerza de la tierra y poderes benéficos

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