¿Cuántos iniciados en Ifá pueden afirmar que están libres de las tres furias?
Antiguamente la tierra era gobernada por Orangún, donde Eshu manejaba la rueda de la fortuna de los hombres a su antojo y capricho, es por eso que Olofin le encomendó a Orunmila que bajara a la tierra a establecer el orden universal; pero cuando las dos poderosas energías se enfrentaron en la tierra, durante la batalla fueron liberadas por Eshu las tres furias (envidia, odio y venganza), suceso que fue producto de la superioridad de las fuerzas limitantes de Orunmila ante las fuerzas expansivas y sin control de Eshu. Durante esta efímera victoria, fue que Orunmila les enseñó a los hombres que existían unas leyes y un orden universal, cuya génesis era inherente a Oloddumare y que todo hombre estaba sujeto a un plan divino, el cual se manifestaba mediante el destino personal y colectivo de cada ser humano. Orunmila instruyó a los primeros iniciados en la lectura del oráculo de Ifá, para que así pudieran conocer el destino del hombre, el cual está escrito desde la creación en los astros del cielo; luego los comprometió a ser los exégetas (intérpretes) de ese destino. Pero muy pronto las tres furias liberadas y dirigidas por Eshu, el cual conocía las debilidades de la humanidad, se posesionaron de muchos de los iniciados por Orunmila, y estos renegados comenzaron a usar el oráculo de Ifá para satisfacer sus bajas pasiones, torciendo así su propio destino y el de los demás. Fue así como entonces estos apóstatas de Ifá, ya poseídos por las tres furias, liberaron en el mundo a las harpías, dando nacimiento en ese instante a la brujería, práctica malsana que denota la inconformidad que el iniciado en Ifá tiene con su destino personal y colectivo. Orunmila, observando que Eshu nuevamente quería desbaratar el orden universal en la tierra y esta vez usando a sus propios iniciados en Ifá, decidió llevar un paso más adelante a sus partidarios e instauró el sacerdocio de Ifá. En esta nueva etapa, Orunmila le enseñó a sus adeptos a elaborar las aguas sagradas con las hierbas de Osaín, mediante las cuales se salvarían de las tres furias, además les obligó a tragarse a las harpías generadas por sus hermanos renegados; todas esas ceremonias la hizo Orunmila delante de Olofin y poniendo de testigo a Oddudúa, por lo cual los nuevos iniciados en Ifá, no solo se comprometieron ante Orunmila, sino ante el mismo Olofin, y fue a partir de ese momento, cuando nació el verdadero sacerdocio en Ifá, donde el adepto juró ante el supremo transformar a las furias en las benefactoras de la humanidad, convirtiéndolas en Iború, Iboyá e Ibosheshé, amén de acatar con humildad el destino que Oloddumare le marcara desde el cielo, que no es más que el reflejo del plan divino que este tiene reservado para cada uno de nosotros.
Esta historia inédita, arquetipo del signo de Ifá Ogunda Fun, contiene la esencia del sacerdocio de Ifá y el compromiso que tiene cada uno de los iniciados con la humanidad. Pero ¿Cuántos iniciados en Ifá pueden afirmar que están libres de las tres furias? Creo que muy pocos, pues la envidia, el odio y la venganza, son una característica intrínseca del sacerdocio de Ifá de los nuevos tiempos, pues la gran mayoría de los ya iniciados en Ifá, venden a los neófitos el sacerdocio yoruba como la panacea para curar todos sus males, lo que se convierte en el caldo de cultivo ideal para renegar rápidamente del destino que se tiene marcado en el cielo y que es necesario aceptar con humildad, para así poder aprender las lecciones que nos llevarán al necesario desarrollo espiritual. Es común ver hoy en día a sacerdotes de Ifá que no tienen compromiso con nadie sino con sus egoístas satisfacciones, misóginos que no respetan la posición de la mujer en Ifá y la consideran más bien ofensiva, pues de otro modo no podrían seguir practicando sus inmoralidades; la unidad familiar, el amor de una pareja, el afecto de un padre por su hijo, las posesiones materiales, las capacidades intelectuales, el desenvolvimiento personal y hasta la ética religiosa, son blanco de la envidia de los sacerdotes de Ifá actuales, lo que genera el intenso odio, que no tiene otra salida sino la venganza mediante los fetiches que poseen y que erróneamente llaman Orishas.
Iború, Iboyá e Ibosheshé, son palabras vacías y sin sentido hoy en día, y se han convertido con el tiempo en una contraseña entre los miembros de un mismo club, pues ya nadie sabe que ellas nos recuerdan el pacto que hicimos ante Olofin y que juramos respetar cuando nos iniciamos. Los menores no respetan a los mayores y estos a su vez no respetan a los menores; los padrinos ya no están interesados en detener el daño que hacen cada vez que inician a un individuo como sacerdote de Ifá, y que saben que no tiene las capacidades y las cualidades éticas y morales para un compromiso de tal naturaleza, y lo peor es que parecen no saber que la degradación de cualquier religión, siempre comienza por la corrupción de sus propios sacerdotes. Por eso prefiero la vida de ermitaño que llevo en mi casa, pues ya no salgo a trabajar la mecánica de la religión yoruba con nadie, y no se me puede acusar de que no trató de cumplir el pacto que sellé en el cuarto de iniciación de Ifá, pues el que ha llegado a mi hogar se le trata de ayudar; pero infelizmente, los últimos que han venido a mi casa, generalmente atraídos por los artículos que escribo en este blog, revelaron inmediatamente el Sol abyecto que llevan sembrado en su corazón y mostraron prontamente la firme convicción de no aceptar su destino en la tierra, y eso muy a pesar de ser sacerdotes yoruba. De todas maneras en lo profundo de mi alma, albergo la esperanza de que quizás queden algunos sacerdotes de Ifá honestos, y que aún respeten el camino que Orunmila señaló a los hombres antiguos y lo preserven, para que así a través de ellos la semilla sagrada de Ifá pueda sobrevivir para mejores tiempos, pues de otro modo, Eshu terminará convirtiendo al oráculo de Ifá, en un juguete en manos de charlatanes.