La vida y la muerte en nuestra religión, nunca están separados, ya que estos son cíclicos
Nosotros nacemos para tener una vida que nos lleve a un estado de evolución y moriremos. Repetiremos este ciclo hasta que alcancemos un estado tal de elevación, que ganamos el derecho de vivir junto a Olodumare y nuestra familia nos adore como a un Ancestro o como a un Orisha. Este concepto es muy similar al concepto oriental del Karma y el Dharma. Sin embargo, debemos tomar en cuenta que varias deidades toman parte en este concepto de muerte.
Para ello debemos comprender que los Yoruba ven las cosas un poco diferentes. Para nosotros, al igual que en otras religiones, existen dos tipos de muerte: La Muerte Física y La Muerte Espiritual, aun cuando esta última no existe para nosotros, ya que nuestra alma es inmortal y está supuesta a venir a la tierra a evolucionar. Para nosotros, nuestro “Cuerpo” se divide en Ori, Ará y Emí. En Orí, podríamos decir que están concentradas varias cosas, pero para simplificarlo, podemos decir que es nuestra alma, representada por nuestra cabeza, ya que ella escoge en el cielo nuestro destino en la tierra. Ará, es nuestro cuerpo físico y Emí es lo que se conoce como nuestro aliento vital y es representado como la hija de Olodumare que este nos regala para poder vivir. Del proceso de morir físicamente, o sea de la muerte de nuestro Ará o Cuerpo, se encarga la Deidad que conocemos como Ikú, o sea el Señor de la Muerte, lo que en el concepto podríamos ver como San La Muerte.
Desde la perspectiva de la religión Yoruba, La Muerte es una deidad creada por Olodumare (Dios para los yorubas), con objetivo de cumplir la tarea de reciclaje humano. Cuando una persona cumple su tiempo de estancia en la tierra, Ikú iba a ser el encargado de llevárselo. Sin embargo, al momento de la creación de la humanidad surgieron algunos inconvenientes que transformaron las cosas de una forma radical, pues aquella deidad, que estaba sujeta a llevarse a los seres humanos cuando cumplieran su tiempo en la tierra, comenzó a tener un comportamiento extraño desde que Olodumare comenzó a pedir los materiales para la creación del ser humano.
Así lo explica el sacerdote de Ifá Osamaro Ibie en su colección de Apola Oyeku, o lo que es lo mismo, los Odu de Oyeku: Fue Oyeku meji quien reveló como Òrúnmìlà le enseñó a la humanidad la forma de protegerse de la muerte prematura. Cuando el hombre fue creado, La muerte consideró a la nueva criatura como la comida preferida para el alimentarse. Así, fue la muerte la única divinidad que se alegró de que Dios creara al hombre. Mientras que otras divinidades consideraban al hombre como a un ser inferior creado para servirlas, La Muerte la consideraba como provisión de alimento.
No obstante, esperó a que el hombre se multiplicara y después de esto se dirigió a capricho a sus moradas a escogerlos con el fin de utilizarlos como comida. Por carecer de los medios de defensa propia, sin mencionar la lucha por respuesta, el hombre se resignó a la suerte del ataque incesante por parte de la muerte. Los hombres no tenían a quien apelar, ya que la lógica era que así como ellos consideraban a los animales inferiores como comida para alimentarse, la Muerte consideraba al hombre como carne para comer. Siempre que nosotros comprendamos la vencedora filosofía de la existencia de las plantas y animales, los cuales fueron creados para servir un propósito en el sistema planetario, no debemos molestarnos indebidamente ante la inevitabilidad de la muerte.
Tal y como nosotros utilizamos las plantas y animales inferiores para satisfacer nuestros hábitos y deseos preferidos, de la misma manera nos encontramos a merced de las divinidades más poderosas. Se nos había dado un papel que desempeñar en el sistema planetario, en el que se incluye la provisión de comida para altos poderes, Dios nos ha otorgado el intelecto para defendernos como mejor podamos, ya sea apaciguando o mediante la adivinación. Esto está claramente ilustrado en las siguientes revelaciones de Oyeku Meji. La muerte se alegró de la creación del hombre, Robo humanos a capricho para comérselos, Dos ratas estaban jugando en tierra, Dos pescados estaban jugando en agua, La gallina había puesto sus huevos y había ido a descansar, El chivo había tenido muchos hijos, El fuerte carnero de tres años de edad, El macho de la Vaca dotado de jugosa carne, Fueron todos creados para apaciguar a la Muerte, Esta asamblea de animales Ni apaciguo ni satisfizo a la muerte, La muerte continúa enfocando, Su mirada en la carne humana.
Cuando el hombre eventualmente se acercó a Òrúnmìlà en busca de adivinación acerca de cómo detener la amenaza de la Muerte, este les dijo que no había sacrificio que pudiera desviar la atención de la Muerte sobre el hombre. Su carne constituía lo único que podía satisfacer su divino apetito. Todos los otros, ratas, pescados, aves, chivo, carnero e incluso vaca, eran las comidas preferidas de los sacerdotes de las divinidades. Él les preguntó si había algo que pudiera impedir que ellos se alimentaran con sus comidas preferidas. No obstante, les dijo que la mejor forma de protegerse de una divinidad malvada, era haciendo sacrificio con lo que ella prohíba.
Òrúnmìlà, en su capacidad de Eleri Ipin (testigo de Dios en la creación), es el único que sabe lo que cada una de las otras divinidades prohíbe. Entonces él les aconsejó que prepararan ñames machacados o revueltos a lo cual se le debía agregar pequeñas guijas (piedritas planas) También les aconsejó que buscaran un pollo vivo. Ellos buscaron los materiales y todos los hombres se reunieron en el salón de conferencias, donde la Muerte acostumbraba escogerlos uno tras otro. Òrúnmìlà les aconsejó que se comieran el ñame machacado, pero que botaran las guijas. También debían atar el pollo a la entrada de la casa de Èsù, sin matarlo. Cuando La Muerte se acercó a la cámara de conferencias para asestar otro ataque, halló las guijas (piedritas chicas llamadas también chinas pelonas) que los hombres estaban desechando de sus comidas. Al ponerse las guijas en la boca con el fin de probar lo que los hombres estaban comiendo, no las pudo masticar.
Entonces pensó que aquellos que eran capaces de comerse objetos tan duros debían ser criaturas aterradoras capaces de luchar si se les provocaba demasiado. Mientras que La Muerte meditaba en el próximo paso que iba a dar, el pollo a la entrada de la casa de Èsù comenzó a exclamar Uku Yee. Al escuchar el grito del pollo, La Muerte se alejó corriendo, por tener prohibido el sonido de un pollo. La muerte entonces dejó a los hombres en paz y ellos se alegraron, dándole las gracias a Òrúnmìlà por mostrarles las prohibiciones secretas de la muerte. Fue desde esa fecha que la muerte diseñó otras formas de poder llegar al hombre. Desde entonces, la Muerte no pudo matar al hombre directamente porque él, es de otro modo, una divinidad medrosa. Se ha estado apoyando en sus hermanos más agresivos y vengadores como Ògún, la divinidad del hierro, quien mata mediante accidentes fatales; Sango, la divinidad del trueno, quien mata mediante el rayo; Sanpona, quien mata mediante epidemias tales como viruela, la varicela y el sarampión; la divinidad de la Noche, quien mata mediante brujería, etc.
Cuando estas divinidades mortales se muestran lentas en la búsqueda de comida para la Muerte, el Rey de la Muerte utiliza a Enfermedad, su esposa, para que busque comida para la familia. Esto tuvo lugar después que el hombre hubo aprendido el secreto de cómo espantar a la Muerte. Con anterioridad, La Muerte hacia presa del hombre por sí mismo. La muerte (Ikú) había desarrollado el gusto por la carne del hombre, y ya no le importaba si estaban cumplidos o no. Cuando la creación, Olodumare había diseñado al hombre para una vida larga y la muerte solo llegaría por ellos cuando ellos ya estaban listos para partir al cielo, pero el gusto de la muerte por la carne del hombre, hizo que el llegara y se llevara en masas tanto adultos, jóvenes como niños, y estos se habían convertido en sus víctimas, al probar la carne de los jóvenes, Ikú había desarrollado el gusto por la misma y este es el motivo por el cual, no existe una edad proporcional para que el hombre sea privado de la vida, para el yoruba la muerte es un acto natural, todos tenemos que llegar a ella algún día, sin embargo, la muerte prematura o a temprana edad no es tomada de la misma forma que la muerte natural.
Para los Yorubas la muerte, la enfermedad y todos los Ajogun (espíritus malévolos), son parte de la existencia misma, así como nosotros al caminar, aplastamos millones de insectos, quitándoles la vida sin que esta sea nuestra finalidad. el yoruba considera que también estamos a merced de las fuerzas del mal con las que convive. No consideramos que es implorando perdón como las evitaremos, sino, evitándolas, ya sea por medio de ébó (sacrificios) para ahuyentarlos, como siendo obedientes con los consejos de las deidades para evitarlos. Este concepto de Morir, es un poco complicado para la mentalidad que no está acostumbrada a un panteón tan vasto y hasta en nuestra tradición es un poco confuso. Ahora, debemos tener presente que el cuerpo para los Yoruba, es separado de todo lo que representa la cabeza. Como se puede observar, Ikú es el “Antidios” o Ajogun que se encarga de presentarse para llevarse nuestro cuerpo o sea Ará.
Sin embargo, ya hemos visto que no puede matar directamente, esto le fue prohibido por Olodumare y esto se debe a que se dedicaba a matar a todos, aun cuando no estuviese su tiempo cumplido, ya que su comida favorita es la carne humana. Para poder llevarse a alguien, Ikú debe buscar el concurso de una deidad u otro Ajogun que lo haga por él (Obara Yekun). También tiene un pacto con Orunmila, que no se puede llevar a sus hijos, a menos que este se lo indique (Ogbe Fun).
Entonces, cuando ya los Orishas u otros Ajogun han hecho su trabajo, él se encarga de llevarse a la persona para poder comer, pero debe compartir con la Madre tierra, a quien le quedan los despojos para que acabe con ellos (Irete Kután). Hasta este punto, vemos como nuestro cuerpo desaparece y el hecho de enterrarnos para los Yoruba, es enviarnos al “cielo” ya que, el concepto de cielo de ellos, es debajo de la tierra, debido a que todas las deidades, menos Changó, se adentraron y viven dentro de esta. Cuando nos toca morir, Ikú se presenta ante nuestro Ángel de la Guarda, quien nos entrega con una buena muerte a Ikú, para que se haga cargo de nuestro cuerpo. Si hemos sido obedientes, moriremos una muerte apacible y sin sufrimientos.
De hecho, el Odu de Ifá Ofun Meyi, nos dice de qué forma somos llevados para una buena muerte. Es más, Ofun Meyi nos muestra que esto pasaba porque Eleddá se negaba a abandonar el cuerpo de la persona y la dejaba en larga agonía. Este es el mismo principio de Tanathos o el dios griego de la buena muerte y de donde se deriva la palabra castellana Eutanasia, práctica que muchas veces hacemos con nuestros animalitos mascota, para que no sufran. Así, nuestro Ángel nos entrega sin sufrimiento. Pero si no hemos vivido de esa forma y hemos hecho un desastre de nuestra vida, las deidades se molestan mucho y se encargan de enviar a la Muerte y la persona muere de forma violenta y/o Dolorosa y con una gran agonía. Una muerte por atropello o de un disparo o este tipo de violencia, se asocia a Oggún, por fuego o por un rayo a Changó, por descargas eléctricas a Oyá, ahogado a Yemayá u Ochún etc. Para los Yoruba, este tipo de “Mala” muerte no da los méritos para ser adorado o venerado.
De hecho, muchas de estas malas muertes, pueden asociarse a malas artes utilizadas por enemigos y hasta por el ensañamiento de la deidad de la hechicería, a la que conocemos como Iyami Osoronga. Para nosotros, todo este proceso llega a tener un grado más de confusión. Hay que recordar que para nosotros el Alma, a la que le llamamos Iwin, no muere, ya que está supuesta a cumplir ciclos de evolución. Según nuestra tradición, cuando morimos, Babalú Ayé lleva entonces a Iwin al cementerio, allí lo recibe Obbá, en el féretro lo acompaña Yewá y finalmente nuestra alma es acompañada al cielo por Oyá.
Bien, para que se vea que no es tan complicado, Echu y Babalú Ayé llevan a nuestro Iwin al cementerio, lo que es el equivalente a la carroza fúnebre y de esta forma veamos que todo se está propiciando, tomando en cuenta que Iwin queda vagando alrededor de la casa y corre también serios riesgos de ser secuestrado, por lo que a la muerte de una persona se deben hacer ciertos ritos inmediatos aun cuando en la mentalidad Yoruba, Iwin queda al azahar y solo, en la creencia afrocubana pasa por varios Orishas, que es algo así como una cadena de custodia, Obba nos recibe, lo que iconográficamente establece que pasamos la puerta del cementerio para no regresar y Yewá nos acompaña a esa morada final, que iconográficamente representa en sí la tumba misma donde descansaremos, para que nuestra alma quede conforme en que todo se cumplió. Finalmente Oyá, lleva a Iwin ante Olodumare para que seamos juzgados y ver si debemos regresar o pasar una temporada de tres a nueve generaciones en Òrún-Apadi…pero es nuestra alma, no nuestro cuerpo y esto se hace para que no quedemos vagando en este mundo, como un alma en pena.
El sentido místico de todo este proceso, es que a diferencia de la creencia yoruba, nuestra alma siempre será acompañada si hemos tenido una buena muerte y no tendremos que preocuparnos porque los espíritus desalmados nos secuestren y nos lleven al “Cielo Oscuro” injustamente. Aquellos con una mala muerte y a los que no se les han realizado los ritos propiciatorios, su Iwin no tendrá los beneficios de esta custodia y estará condenado a vivir como un fugitivo en este mundo, no solo huyendo de espíritus malvados que tratan de secuestrarlo, sino de las personas que trabajan con Muertos y andan a la cacería de un espíritu capaz de pactarse y quedar encerrado en un caldero. No creemos que sea tan complicado, es solo que cada proceso dentro de la cultura yoruba está precedido por alguna deidad o entidad, que se encarga de vigilar cada paso. Por ejemplo, la Maternidad, en nuestra cultura está asociada a Yemayá. Sin embargo, en caso de embarazos deficientes y/o dificultosos, la que está presente es Ochún.
Cuando es difícil concebir, se recurre a Obbatalá Fururú y hasta a Orunmila, que son los que pueden ayudar con más propiedad a la mujer. Cuando la criatura nace, el aliento vital, lo da Emí y al nacer se llega a los cuidados de Dadá, para que luego se determine quién es el Orisha que cuida a esa criatura y pasarlo a su custodia. Simplemente son procesos que iconográficamente nos dicen que en cada paso de nuestra vida y muerte, siempre tendremos una deidad a nuestro lado y por ello, la importancia de adorarlas a todas.
Leonel Gámez Osheniwó y Águila de Ifá
Obba La She ::.. Nerly Yojanna