
La Medalla de San Benito, tiene como principal finalidad, protegerse a sí mismo y proteger al fiel con el signo de la cruz, diciendo Ecce crucem Dómine, fugite, partes advérsae (Esta es la cruz del Señor, huyan cuantos se oponen a ella)”.
San Benito…
Si ojos tienen
Que no me vean
Si manos tienen
Que no me toquen
Si Pies Tienen
Que no me alcancen
No permitas que me sorprendan por la espalda
No permitas que mi sangre se derrame
No permitas que mi muerte sea violenta
No permitas que la envidia me acabe
No permitas que pase hambre
No permitas que viva en la desgracia
No permitas que cierren mis caminos
No permitas que la maldad me destruya
No permitas Que mis enemigos me vean caer tu que todo lo conoces
Esta pequeña oración es parte del gran exorcismo de san Antonio, quien siendo un monje venció a Satanás poniéndose bajo el amparo de la cruz de Jesús; “y es que en realidad, tanto san Antonio, como san Benito y todos los fieles cristianos, no tenemos otra arma que las ‘armas de la cruz’.
Hay quienes le agregan al final:
CONOCES MIS PECADOS PERO TAMBIÉN MI FÉ NO ME DESAMPARES JAMÁS SAN BENITO.
Así sea
Gracias, gracias, gracias !
Por mis hijos te lo imploro, no los sueltes de tu mano y no dejes de hablar con Dios de ellos.
Es así que, tomando en cuenta esta parte del Ritual de Exorcismos, en que se emplea el signo de la cruz, muchos exorcistas adoptaron la costumbre de llevar una medalla de san Benito (en la que aparece el signo de la cruz) bendecida sacramentalmente para signarse y signar al poseso. “Probablemente, la tradición de usar esta medalla surgió en el siglo XVIII, al popularizarse debido a las indulgencias pontificias que ofrecía el portarla”.
La medalla, sin embargo, al ser un sacramental, debe ser bendecida con un rito propio establecido por la Iglesia, que consta de un exorcismo de la propia medalla, una bendición de los caracteres y letras que contiene, y de una súplica a Nuestro Señor Jesucristo, a quien pedimos, por intercesión de san Benito, que todas las personas que la usen sean liberadas de las insidias y engaños del maligno.
Cabe señalar, que hasta antes del Concilio Vaticano II, dicha bendición estaba reservada para los monjes benedictinos, pero a partir de 1965 se permitió a cualquier sacerdote la bendición de esta medalla, sin que tampoco sea necesario que se trate de un sacerdote exorcista.
“Pero definitivamente, el único signo al que Satanás no resiste es el de la cruz de Cristo. Cada vez que los demonios ven la cruz, se enfrentan al misterio del amor divino y de la santa humildad del Hijo de Dios, que confunde su orgullo. Y esta es la gran enseñanza de san Benito; él mismo no tenía una medalla, pero sí un gran amor por la cruz. Yo he oído muchas veces a los demonios gritar de dolor, lamentándose al tener en frente la cruz de Jesús”.
El padre italiano Gabriele Amorth, quien al igual que muchos otros sacerdotes exorcistas, llevaba consigo la cruz de san Benito y la utilizaba en cada uno de los exorcismos que practicaba.
“Como él, hoy la mayoría de los exorcistas procuramos llevar la cruz de san Benito en nuestras luchas contra el mal; pero sobre todo, procuramos configurar nuestra vida con la de Cristo crucificado, amando a nuestro pueblo y dando la vida por él”.
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