Ley del Karma. Causa y Efecto

Ley del Karma. Causa y Efecto

Para tratar de estudiarlo es preciso hacerlo antes con la Ley que lo rige y que se denomina Ley de Acción y Reacción, de Retribución, de Consecuencia, de Causa y Efecto o, ajustándonos a lo dicho arriba, Ley del Karma

La Ley de Karma es una ley cósmica, es decir, que excede los límites de nuestro sistema planetario y que tiene bajo su ámbito de aplicación a todos los seres, por lo menos, del Séptimo Plano Cósmico, dado que todos ellos están evolucionando y, por tanto, son aún imperfectos y, como tales, cometen errores que ponen en funcionamiento la Ley de Consecuencia, que precisamente tiene por finalidad, enseñarnos el correcto Camino de Retorno a la Casa del Padre. Por eso, en nuestro Servicio del Templo, se nos dice que «los Señores del Destino están por encima de todo error.»

LA LEY DEL KARMA
La Ley del Karma, de Acción y de Reacción o de Retribución, que de las tres maneras se llama, es la forma más justa y más fructífera para promover nuestra evolución. Cualquier otro medio no sería tan efectivo.

Con el Karma, el espíritu ve cuál es la causa de su sufrimiento y aprende lo que es negativo para no repetirlo. Es, por otra parte, una Ley que rige en toda la Creación.
Cada uno de nosotros somos responsables del cuerpo que tenemos, que no es sino una consecuencia o condensación de acciones del pasado. Es un simple vehículo vagamente apropiado del Espíritu. Un vehículo en el verdadero sentido del término, ya que sirve para trasladar al espíritu, una obra de artesanía cuyo artesano es el propio Espíritu. Y su conducta, actitudes y moral, presentes como pasadas, se encuentran reflejadas en él.

El Karma no es, en modo alguno, «fatalismo».
Su acción depende de nosotros mismos. Cada hombre es su propio legislador y su propio verdugo. Cada hombre decide, con entera libertad, su propia gloria o su propia oscuridad, su «premio» o su «castigo»…Tampoco es «azar».
Al contrario, es el ejercicio de la libre voluntad ya que, quien inicia libremente una acción física, de deseos o mental, es responsable de sus consecuencias y efectos que, antes o después, revertirán a su autor.
Como todo en el universo está entrelazado, mezclado y relacionado con todo lo demás, y no hay nada ni nadie que pueda existir aislado y por sí mismo, necesariamente los demás se ven afectados, de un modo o de otro y en mayor o menor grado, por las causas puestas en movimiento por cualquier individuo.
Como los más próximos son los que se ven más y con más frecuencia influenciados, se producen en las familias, en los grupos, en los pueblos, determinadas afinidades y tendencias recíprocas que se autoalimentan y dan lugar a lo que se llama el karma familiar, de los pueblos o de las razas, y que afecta, directa y especialmente, a sus miembros.
Tampoco en estos casos cabe decir que el karma «castiga» o «premia» porque su acción es totalmente aséptica y justa, formando parte de los mecanismos de la naturaleza y, por tanto, pudiendo remontarse a la causa primera, que es la armonía pura.
Esto es verdaderamente consolador para el hombre, porque nos hace ver que no dependemos necesariamente de nadie, que cada uno puede forjar su destino y que, realmente, eso es lo que se espera de él, puesto que puede elaborarlo favorable o no, manejando las energías de la naturaleza, poderosas y subyacentes a todo, actuando a su favor y convirtiéndose en colaborador de Dios o actuando contra ellas y retrasando su propia evolución.
San Pablo dice claramente que: «Aquello que el hombre siembre, eso recogerá».
Desde este punto de vista, la enfermedad es un mecanismo «purificador».
Sabemos que el Espíritu, el Yo Superior cuenta, para evolucionar, con sus vehículos inferiores (cuerpos físico, etérico, de deseos y mental), que constituyen la Personalidad, y que estos vehículos están dominados por el Cuerpo de Deseos, debido a la actuación de los Luciferes, y que ha de dominar ese cuerpo de Deseos y los hábitos perniciosos que ha adquirido, para poder regir la propia Personalidad y espiritualizar sus distintos componentes.
Ésa es la misión del karma. Y ésa es, en otra escala, la finalidad de la enfermedad: Si los hábitos negativos durante varias vidas hacen imposible el dominio de la Personalidad por el Espíritu, la enfermedad, con los sufrimientos que produce y con lo que significa en la vida y el tiempo, y el incentivo para la reflexión y la meditación que proporciona, hace que la Personalidad recapacite y dé un paso adelante hacia su espiritualización.
Por ejemplo: Si una persona tiene tendencia a comer en exceso, la indigestión le hará tener cuidado la próxima vez y, si no lo hace, vendrá la úlcera y luego el cáncer o cualquier otra dolencia, según el karma que se haya ido acumulando. Por eso, si bien hay un número determinado de enfermedades, no hay dos enfermos iguales, aunque sean víctimas de la misma dolencia, porque cada uno arrastra multitud de pequeñas causas, totalmente distintas de las de los demás, pero que le han llevado a padecer la misma consecuencia, o sea, la misma enfermedad. Por eso también la curación debe ser personalizada.
Y si se quiere realmente curar la enfermedad y no sus síntomas, hay que buscar sus causas kármicas y cambiar el carácter del enfermo (su conducta física, emocional y mental) para que deje de…La finalidad última, pues, de la enfermedad es la de proporcionar al enfermo una oportunidad de progresar en su evolución.
Una causa puesta en movimiento sólo puede ser neutralizada con su efecto. La causa principal de las enfermedades estriba en el egoísmo. El egoísmo, en todas sus vertientes (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza) hace casi imposible al Yo Superior conectar con la Personalidad.
Por eso aquél recurre a la enfermedad que, en cierto modo, rompe la dependencia de la corrupción y aligera el aura de cosas materiales, pues nos hace ver que no son permanentes y que, a la hora de morir, las dejaremos todas y, por tanto, no vale la pena perder la vida por poseerlas.
Como el problema radica en el Cuerpo de Deseos, es decir, el vehículo de las emociones, los sentimientos, los deseos y las pasiones, quien se deje llevar por ellas, será más propenso a la enfermedad. Y quien, concienciado del funcionamiento oculto del hombre, les haga frente y las domine y se forje un carácter fuerte y positivo, será inmune a ella.
La ley de Retribución actúa apenas cualquier ser autoconsciente pone en movimiento cualquier energía, sea ésta física, etérica, de deseos, mental o espiritual. Responde, por tanto, al ejercicio del libre albedrío por cualquier ser.
Realmente, esta ley actúa solamente sobre el que ha de sufrir los efectos de la puesta en movimiento de cualquier clase y cantidad de energía.
Esta ley existe desde la eternidad y en ella, porque es la eternidad misma. Y, no puede decirse que obra, porque es la Acción misma.
Sus efectos son inevitables, ya que las leyes cósmicas son parte de la voluntad divina.

¿Cómo se puede borrar el karma?

El karma no es un acontecimiento inevitable. Para combatirlo hay que:
1.- Buscar su causa, siempre negativa.
2.- Desarrollar las cualidades del polo opuesto a la causa descubierta.
3.- Practicar la inofensividad para detener la creación de causas, y evitar la recaída.
4.- Dar los pasos físicos necesarios para hacer lo que el Espíritu ansía:
Y se consigue mediante el ejercicio , denominado Retrospección, que hace, precisamente, todo eso cada noche y logra, además, borrar del átomo simiente del cuerpo físico, todos aquellos pensamientos, palabras, deseos, sentimientos, emociones y actos negativos de la jornada, impidiendo así tener que vivir sus consecuencias.

La Utilidad del karma…
Despierta y desarrolla el discernimiento, la voluntad, las virtudes y la conciencia, con lo que evolucionamos ininterrumpidamente por el buen camino.
Esa utilidad puede ser:
1).Inmediata, si nos damos cuenta o, luego, en la Retrospección.
2). Remota, si esperamos al purgatorio.

El karma es, pues, el único medio que los seres imperfectos tenemos para evolucionar. Y hemos de considerarlo como una herramienta valiosísima, sin la cual no habríamos llegado a lo que somos ni podríamos aspirar a lo que deseamos ser (seres plenos de LUZ).

Abundando más sobre El Karma,¿Qué es, y como Funciona? …

La humanidad, un ser colectivo
Partiendo de la base de que nuestro Yo Superior, nuestro Espíritu posee una conciencia grupal, es decir, no es individualmente consciente, y ésa, la individualización, es una de las finalidades de la evolución, como nos dice nuestra filosofía, se comprende fácilmente que todos nuestros actos, aún los aparentemente más nuestros y exclusivos, no dejen de ser una labor colectiva. Porque hubieran sido imposibles sin el concurso de los demás.
De ahí la responsabilidad colectiva y de ahí el karma colectivo porque, en el fondo y sin quererlo ni saberlo, somos un ser colectivo.
Y, por eso, un hombre solo, no puede evolucionar.
Y por eso los Hermanos Mayores se preocupan por la Humanidad en su conjunto y no por los individuos, y sólo ayudan o utilizan a éstos en tanto en cuanto esa utilización redunda en el bien de todos.
A lo largo de la evolución hemos sido dirigidos, pero también compenetrados, por otros Espíritus, de la misma manera como nosotros ahora compenetramos y dirigimos las células de nuestro cuerpos. Pero, además, a nivel de oleada de vida, también nos ocurre lo mismo desde el momento en que «en Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser».
En ningún momento dejamos de necesitar y ser necesitados por los demás y de, a la vez, constituir centros de conciencia de otro ser mayor que nosotros, o de estar constituidos por centros de conciencia de otros seres menores que nosotros.
Necesitamos a los demás para ser buenos o malos,mejores o peores,altos o bajos,tontos o inteligentes… y hasta para ser. Porque, ¿cómo podríamos ser sin padres, sin alimentos, sin semejantes, sin un Creador?
El único que no necesita de los demás y, por tanto, el único ser unipersonal y autosuficiente es el «Absoluto».
Vivimos, pues, gracias a los demás y en función de los demás.
Incluso nuestros cuerpos son seres colectivos, miríadas de células o centros de conciencia individuales, pero todos dependientes de los demás e incapaces de vida individual sin la ayuda de los demás. Y, «como abajo, es arriba».
Nuestros pensamientos, palabras y actos, pues, no sólo dependen de los demás, sino que también les afectan y van destinados a ellos.
Por eso nos resulta tan difícil la introspección y el conocimiento de nosotros mismos como seres aislados. Porque ni lo somos ni lo estamos.
Ése es el significado oculto del Lavatorio de Pies de Cristo a Sus discípulos. Porque, sin discípulos es imposible el Maestro. Todos nos hemos de apoyar en otros para subir, en cualquier sentido, y de ahí nuestra obligación de ayudar a los que van detrás.
Porque, ¿qué pensador o escritor o artista no se ha basado en alguna creación anterior a él? ¿Y qué científico no ha partido de conocimientos anteriores a él? ¿Y qué político no ha heredado algo que han hecho otros? ¿Y qué hombre no debe gran parte de lo que es al esfuerzo de los demás?.
Esa imposibilidad de prescindir de los demás es la clave, la base y la explicación del amor, que es la necesidad del otro, activa o pasivamente, que empieza siendo proyectado sobre un solo ser pero que, luego, va ampliando su campo de acción a la familia, la nación, la raza, hasta hacerse casi perfecto al incluir a toda la Humanidad y, más tarde, alcanzar la perfección al abarcar a toda la Creación, extendiéndose finalmente al propio Creador, en un proceso lógico, natural e inevitable de sucesivas ampliaciones de conciencia, que cierra el círculo y nos sitúa en el origen, en Dios, pero plenamente desarrollados.

¿POR QUÉ HE DE AMAR A MI ENEMIGO?
¿Cómo se justifica lo de «amad a vuestros enemigos» si no es porque los enemigos y nosotros mismos somos uno?
Cristo dijo: «Se os ha enseñado amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra». ¿Por qué?
Si no somos nada uno del otro ni hemos de tener nunca nada en común, ¿por qué razón voy a querer al que mata a los míos? Es antinatural… salvo que haya una razón suficiente.
Si sólo tenemos esta vida, si no lo voy a ver más, ¿por qué he de amarlo y devolverle bien por mal? Si somos enteramente libres y no existe el karma, ¿por qué he de soportar con alegría las desgracias que caen sobre mí?
Lo único que justifica una actitud así es el que exista una ley natural que haga que cada uno recoja las consecuencias, buenas o malas, de lo que haga, y una verdad que consista en que nuestro espíritu, creado a imagen y semejanza de Dios, y dotado por Él de libre albedrío, viva una serie de vidas y haga una serie de cosas, basado en su libertad, y cometa errores y, gracias a la Ley de Retribución, aprenda que eran errores y que no debe repetirlos; y, sobre todo ello, una grandísima verdad que subyace a todo:
Todos somos partes de Dios y, por tanto, dioses en formación y, por tanto, todos somos uno en Él, porque todos y todo constituimos un gran Uno, y lo que hacemos a otros, bueno o malo, a nosotros mismos nos lo hacemos. «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber ¿cuándo hicimos eso, Señor?… cuando disteis de comer al hambriento y de beber al sediento» (Mateo 25:40).

TODO REPERCUTE EN TODO.
La naturaleza, el Cosmos, y con él cuanto existe, cuanto es en el plano físico, en el astral, en el mental o en cualquier otro superior o inferior, constituye un todo, que es manifestación de Dios y, por tanto, Dios. Toda la Creación es Dios, aunque Dios no es la Creación, puesto que ésta no lo agota.
Cada pequeño detalle, pues, deja de serlo cuando se da uno cuenta de que todo, absolutamente todo, es importante en el plan divino, de que no hay nada innecesario ni superfluo, de que todo está ordenado a un fin. Eso lo han predicado todas las religiones desde hace milenios, aunque ahora, recientemente, el hombre lo haya bautizado con el sugestivo nombre de «el efecto mariposa». Recordemos a Mateo en 10:29: «Ni un solo gorrión cae del árbol sin que mi Padre lo disponga».

TODOS,…UNO
En los niveles superiores hay un pacto de amor y de ayuda entre el cordero y el lobo, que se traduce, en el plano físico, en el sacrificio de aquél en beneficio de éste. No supone, pues, ese sacrificio, ningún fallo en el plan divino, sino la confirmación de que todos formamos un solo Uno y, por tanto, todos nos ayudamos en la evolución.
En todos los colectivos, los lideres, que son siempre los menos, se sacrifican por los más, abriendo senderos que luego transitarán todos.
Pero esos líderes, sin la ayuda de quienes les precedieron y les proporcionaron ideas y sistemas y medios, sin el sacrificio, pues, de sus antecesores, no serían líderes ni abrirían nuevas veredas ni construirían nuevos escalones para todos, en el sendero ascendente de la evolución común.
Esos pactos en los planos espirituales, se traducen luego, aquí, en la familia que se sacrifica por los hijos; o en el héroe que, en el campo de batalla, arriesga e incluso pierde la vida para salvar la del compañero; o en el cobijo o la ayuda de cualquier clase en tiempos de persecución; o en el maestro sacrificado que dedica toda su energía a enseñar a sus discípulos, por encima incluso de sus posibilidades; o en cualquiera de los mil modos que existen de ayudar a los demás.
Esos pactos, no recordados aquí, pero que siguen vigentes en nuestra alma, nos hacen tender a determinadas actuaciones, aspirar a determinadas posturas, y nos crean ese vacío interior tan doloroso cuando fallamos y dejamos pasar una ocasión.
Ésa es la causa de la desazón que nos acomete cuando dejamos de dar una limosna que nuestro corazón nos inclinaba a dar, o de decir una palabra amable o de mostrar simpatía o amor o compasión o, incluso, sentido de responsabilidad. O de pedir disculpas a tiempo…
Hemos de aprender a mirar, con los ojos del alma, por encima de los sentidos.
Sólo así descubriremos el mecanismo y el sentido de la vida y ésta nos parecerá algo maravilloso, perfecto, acabado y armónico.
Podría pensarse que Judas tenía un pacto anterior con Jesús para entregarlo en el momento oportuno. Fijémonos sino en las palabras del propio Cristo en Juan 17:12-13: «…Padre… Tú me los confiaste, yo los tuve seguros y ninguno se perdió, excepto el que tenía que perderse para que se cumpliera la Escritura» Luego, sin embargo, una vez cumplida su «misión», se equivocó al ahorcarse, por haber olvidado aquel pacto, por la causa que fuera, y haber contemplado su acción con los ojos terrenales.
La ley del karma se halla inextricablemente ligada a la del renacimiento.
Porque, bien mirado, nosotros somos el efecto de una causa que fue una forma mental divina y, como tal efecto, somos karma divino y por eso hemos de regresar al origen, es decir, al Padre. Y, por eso la existencia es karma.
El único decreto eterno e inmutable es la Armonía absoluta, tanto en el mundo material como en el espiritual. Por eso, ningún hombre puede hacer un progreso definido y especializado, sin que su hermano se beneficie.
Todo el que se esfuerza por alcanzar la maestría y trabaja para expandir su conciencia, produce algún efecto, en espirales cada vez más amplias, sobre aquellos con los que se pone en contacto, ya sean ángeles, hombres o animales.
Puede ser que no lo sepa y que sea totalmente inconsciente de las sutiles emanaciones estimulantes que surgen de él, pero, a pesar de ello, la Ley actúa.Comunmente «lo que sembramos,será lo que recogeremos»…

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